Milena Rampoldi, Pro-Mosaik Manifesto (traducción al español)

 

Desde que se creó ProMosaik, ha habido críticas tanto bien como mal intencionadas acerca de nuestro enfoque. A la vez, han surgido preguntas sobre lo que producimos y nuestro trabajo. Las personas que nos han encontrado en la web, que han leído lo que escribimos o sobre nosotros, se preguntan quiénes somos, qué hacemos y, sobre todo, por qué lo hacemos. Como fundadora de ProMosaik, he decidido dar rienda suelta a estas ideas y utopías nuestras volcadas en la realidad en este pequeño libro, con el fin de promover una discusión en cuanto a temas importantes como la identidad, la diversidad, el sentido de la vida, el activismo y la revolución estética.

 

Sin embargo, ProMosaik no es solo un grupo de personas y el conjunto de sus convicciones, esperanzas, compromiso y vigor, sino también interacción y encuentro entre razonamientos, visiones del mundo, enfoques diversos de la vida social y política y en relación al sentido de la vida y la acción en forma holística.

Para nosotros, la acción y la vida, el conocimiento con la acción están estrechamente entrelazados. Creemos que la dinámica de los procesos sociales y políticos es una configuración revolucionaria en la vida del individuo, en la sociedad, en la comunidad global y el cambio innovador del estado actual del mundo, que, como solemos enfatizar, no nos gusta.

 

Y esta impresión la tenemos especialmente presente en nuestra era del Covid-19, que se ha caracterizado por una pasividad extrema del intelecto y de la acción, lo que ha dejado simplemente claro cuántas personas permiten “voluntariamente” ser reprimidas, destruidas y restringidas.

Nuestras vidas se han convertido en un “cuento de invierno” (Wintermärchen) en el sentido de Heinrich Heine. Para mí, personalmente, el cuento de invierno simboliza el enquistamiento del pensamiento, el agotamiento del propio intelecto político. En el capítulo VI de su obra “Alemania, cuento de invierno”, Heinrich Heine aborda precisamente este miedo que los ciudadanos del Covid-19 experimentamos actualmente tal como lo vivió el poeta en ese entonces.

 

Las ideas se olvidan. Las utopías se están agotando. Los sueños pierden la intensidad de su color. La revolución permanece cerrada en sus palabras. Sin ningún tipo de arraigo. Heine deja aparecer un demonio en su obra que dice: “Soy la obra de tu pensamiento.”

El demonio levanta así el espejo al revolucionario que se ha vuelto pasivo y moribundo, revelándosele como acción, como el actuar de su intelectualidad, que parece haber olvidado el impulso de avanzar, su “pro” dirigido a la concertación del ideal en la realidad. Así, pensar y actuar se dividen y pierden su unidad. Porque el demonio es una fuerza externa que llama al intelecto moribundo a la acción. De esta manera se crea un dualismo y una división entre la utopía y su implementación en la realidad; lo que promueve la dictadura, el fatalismo, la pasividad, el pensamiento reformista superficial y la vida apolítica de Biedermeier.

 

En este sentido, ProMosaik es el nombre de una actitud activa y dinámica hacia la vida, tanto hacia las personas como hacia la sociedad y la política. El nombre ProMosaik se compone de dos palabras positivas: por un lado, el afirmativo “pro” y por el otro, el mosaico, símbolo artístico de la diversidad que se ha creado y mantenido en tantas culturas, religiones y civilizaciones en forma similar.

La preposición latina “pro” tiene diferentes aceptaciones, incluyendo “hacia adelante, delante, surgir, en vez de” y “para”. Para nosotros en ProMosaik, en el sentido socrático de “surgimiento”, se trata principalmente del trabajo de la partera como una fuerza femenina de cambio, sobre el resultado de una búsqueda como persona y como parte de una cultura, sociedad y comunidad de pensamiento político, y del “para”, que significa el compromiso con valores positivos y abiertos. El “avance” es solo el último momento de la implementación demoníaca de este ideal en la realidad que nos disgusta.

 

Me gustaría describir este último paso como “verter la utopía en la realidad”. Vivimos felices y dinámicamente en un mundo que, sin embargo, no es sano para nosotros y que, por tanto, queremos revolucionar y transformar. Pero eso no significa que no amemos la vida, porque el tiempo es limitado en este mundo que no nos gusta y es todo lo que tenemos. Así que es hora de “verter” poderosamente nuestros ideales en el mundo para eliminar su olor a basurero y hacerlo más humano.

Por tanto, ProMosaik es también el nombre de una contradicción, una negación radical y clara de las condiciones de este mundo, que se caracteriza por el militarismo, la hostilidad, la falta de belleza, una injusticia bárbara, social y políticamente fundada y justificada, una profunda y antipática desigualdad, caracterizada por el racismo, la discriminación, la misoginia, el antisemitismo, la glorificación de la violencia y la hostilidad hacia el Islam.

También amamos la gastronomía y su diversidad, el arte y su versatilidad, la belleza única y al mismo tiempo universal que surge de todas las culturas y civilizaciones.

 

Nosotros amamos la singularidad y la universalidad y los símbolos que se esconden detrás de ellas. Queremos comer bien y, por lo tanto, evitar cualquier “sopa nazi”, como la llamaba Thomas Bernhard, que extrañaba los fideos en su plato lleno de nazis después de que Austria fuera anexionada a la Alemania nazi. Hoy yo también los extraño. La sopa marrón no es para nosotros, y lo decimos abiertamente. No nos gusta y tampoco tiene buen aspecto.

Nos encanta el mundo colorido de los mosaicos, en el que cada piedrita conserva su color y no se deja asimilar cromáticamente. Entre cada piedra hay una delgada línea divisoria, una franja que dibuja el borde entre las dos. El color de esta línea es casi siempre blanco. El blanco es sinónimo de pureza, ideal, luz y verdad. Pero igualmente esta línea también representa la distancia entre las piedras. Y eso está bien, ya que cada quien tiene su particularidad, su color y entra en contacto con los demás a través de este mundo. Atraviesa la línea blanca por medio de un puente que él mismo construye para conocer la otra particularidad, el mundo de su piedra vecina.

 

Se acerca al otro, sí, pero al mismo tiempo también a un mundo que no es suyo y que no tiene por qué ser suyo.

El Yo solo es él mismo en su relación con el Tú. Por lo tanto, como sugiere el filósofo Martin Buber, el ser humano se convierte en Yo al relacionarse con el Tú. Pero el Yo sigue siendo Yo, y el Tú sigue siendo Tú.

 

Lo mismo ocurre en la relación del Yo con el absolutamente otro Tú, que es Dios en el sentido de Emmanuel Lévinas. El Yo crece a través de sus relaciones con el Tú, que puede ser un Tú humano o trascendente. Pero el Yo no se fusiona con el Tú, no puede ser consumido por el Tú ni distorsionado por completo. Conserva su identidad. Y esta diversidad es el éxito que hemos logrado mediante la comunicación y el contacto entre personas diferentes.

El contacto y la diversidad, la cercanía y la distancia, la percepción estética, social y política y el reconocimiento de la diversidad en todos los niveles es lo que me define perso-nalmente como persona, como mujer y como musulmana. Esta es mi diversidad expresada en todos los niveles.

Solo quien percibe, reconoce, tolera y vive la diversidad puede construir una vida y hacer acciones significativas en su propio entorno sociocultural y político. Quien se ve a sí mismo como un individuo y se relaciona con el Tú, se comunica, lidia, compara, tiene empatía y no evita el choque, es capaz de generar una dimensión semántica, innovar y hacer una revolución en el sentido estético, social y político.

En este punto me gustaría hablar más de un arte de la revolución que de arte y revolución en el sentido de Trotsky. Pero definitivamente quiero ceñirme a la definición de arte de este como “una expresión del deseo del hombre de una vida armoniosa y satisfactoria”.

 

Y esta armonía se ha perdido por completo debido al estado actual del mundo contemporáneo en el que vivimos y cuyas máscaras han sido derribadas por el Covid-19.

También se ha perdido el sentido de la utopía y la acción, una utopía en el sentido del “pro” antes mencionado. El lema de Martin Luther King “Tengo un sueño” representa la visión de la noción utópica de un sueño vertido en una realidad espantosa, sangrienta y misantrópica que nos rodea, envuelve y estrecha a todos. Como León Trotsky escribió en una carta al editor en 1939 sobre la revolución en el arte:

“No es posible encontrar una salida a este impase con los medios del arte. Toda la cultura está en crisis, desde la base económica hasta las capas ideológicas más altas. El arte no puede escapar de la crisis ni romper con ella. No puede simplemente salvarse a sí mismo. Inevitablemente decaerá- como el arte griego decayó bajo las ruinas de la cultura esclavista- si la sociedad contemporánea es incapaz de cambiar. Este problema tiene un carácter absolutamente revolucionario. Por eso, la función del arte en nuestra época está determinada por su relación con la revolución.”

 

Tampoco saldremos de la trampa del Covid-19 ni a través de una convulsión artística ni de una revolución limitada al arte que lo salve de ser asfixiado en la pasividad, sino solo mediante una revolución estética que se revele visualmente en la sociedad y en la política en un sentido holístico.

Hay dos versos esencialmente significativos en el Corán que me gustaría traer a colación en este discurso del “pro-mosaico”. Por un lado, está el verso 30 de la Sura “La Vaca”, que me gustaría llamar el verso angélico pesimista y que dice:

“Y cuando tu Señor dijo a los ángeles: Voy a poner en la tierra a un representante Mío.

 

Dijeron: ¿Vas a poner en ella a quien extienda la corrupción y derrame sangre mientras que nosotros Te glorificamos con la alabanza que Te es debida y declaramos Tu absoluta pureza? Dijo: Yo sé lo que vosotros no sabéis.”

Por lo tanto, Alá no revela a los ángeles por qué le da al hombre la libertad de elegir el mal y de derramar sangre. Los seres humanos parecen no aprender nada del pasado lleno de guerras, excepto la pseudodoctrina suicida de perpetuar la carrera armamentística y la militarización con un aumento asombroso de la tecnología y energía nuclear.

Pero al mismo tiempo, Alá habla de la diversidad de culturas y civilizaciones como algo positivo y nacida de su propia voluntad. En efecto, dice el Corán en los versos 5:48-49:

“A cada uno de vosotros le hemos asignado un camino y un método propios.

 

Si Alá hubiera querido habría hecho de vosotros una única comunidad; sin embargo lo ha hecho así para poneros a prueba en lo que os ha dado.

Y competid en las buenas acciones. Todos habéis de volver a Alá que os hará saber la verdad de aquello sobre lo que no estabais de acuerdo.”

Por lo tanto, el hombre tiene la tarea de poner en práctica la tolerancia en la perspectiva de un mosaico del mundo, sin convertirse en una sopa marrón nazi. La diversidad es lo “natural” en la existencia humana. La alienación y la asimilación forzada de las personas son exactamente lo contrario de lo que es humano. Ser humano significa diversidad radical, diferencia innovadora, distancia saludable, debate constructivo, tolerancia bien reflexionada y el derecho de retraerme cuando una persona alcanza los límites de su tolerancia.

 

Para ProMosaik, el enfoque en la igualdad de todas las personas es esencial. Independientemente de su color de piel, religión, cultura, origen social, orientación sexual y estado de salud, toda persona tiene la misma dignidad, que lo reafirma actuando humanamente, respetándola y adhiriéndose al principio de Hillel, según el cual:

“Lo que a ti no te gusta que te hagan, no se lo hagas a tu prójimo.”

 

Así, en un mundo de diversidad existe el distanciamiento, la conciencia de los límites de la propia tolerancia, la práctica de la empatía, la insuficiente comprensión del Tú; lo que no significa la discriminación abierta, el racismo ideológico y la superioridad de extrema derecha con el pensamiento de superioridad etnocéntrico que degenera en la violencia ciega y la eliminación de los opositores políticos.

ProMosaik representa así el énfasis consciente en la diversidad en todos sus niveles. Nuestro objetivo es practicar a diario las relaciones interculturales para promover la interculturalidad global basada en el cosmopolitismo humanista.

 

El hecho de que seamos jóvenes, viejos, negros, blancos, discapacitados o no es una prueba de nuestra maravillosa diversidad e inclusión, la encarnación viva de una unión para compartir la alegría de aprender algo unos de otros gracias a los cambios sociales que hemos atravesado a lo largo del tiempo.

Y este aprendizaje es el resultado de los cambios sociales que hemos logrado a lo largo de la historia. Por supuesto, esta actitud existencial fundamental en el sentido de “Pro-Mosaik” tiene sus consecuencias sociopolíticas.

 

Nos sumamos a la lucha contra la esclavitud. Nos oponemos al capitalismo depredador. Defendemos los derechos de las personas con discapacidad y su inclusión a la sociedad. Apoyamos los movimientos antiimperialistas y anticolonialistas. Creemos en la justicia y en la afluencia de la justicia en la realidad del aquí y ahora. Nos pronunciamos contra cualquier fatalismo y actuamos de forma dinámica y comunicativa. Rechazamos cualquier tipo de discriminación y racismo. Defendemos los derechos de las mujeres. Creemos que no hay refugiados sino solo seres humanos.

 

Creemos que los niños son el futuro y que un modelo educativo innovador e intercultural es, por lo tanto, imprescindible para promover una sociedad de paz, que respete la diversidad e igualdad de oportunidades a través de la realización práctica revolucionaria y estética.

 

Para comprar una copia del libro.